lunes, 2 de marzo de 2009

Sobre las sociedades del conocimiento

A propósito del tema de la sociedad del conocimiento, visto a partir de sus implicancias en la educación a distancia, por Ángel Rama, en nuestro anterior post, sería útil revisar el destacado Informe de la UNESCO respecto a este tema. En este sentido, cabe señalar que la diversidad de estudios respecto a la nueva situación del conocimiento, producido por los cambios radicales que trajo consigo la tercera revolución industrial (la de las nuevas tecnologías), ha generado posiciones disímiles, respecto a la formación de personas y grupos, así como a los adelantos científicos y las expresiones culturales en general.

Por un lado, el panorama se vislumbra prometedor, porque el potencial ofrecido por la utilización razonable de las nuevas tecnologías abre auténticas perspectivas al desarrollo humano y sostenible, así como a la edificación de sociedades más democráticas. De otro lado, se torna preocupante, no sólo por la brecha digital que se provoca, sino, sobre todo, por la brecha cognitiva que separa a los países más favorecidos de los países en desarrollo, y más concretamente de los países menos adelantados. Esta última brecha corre el riesgo de ahondarse, al mismo tiempo que surgen o se amplían otras grietas muy profundas dentro de cada sociedad. ¿Cómo podríamos aceptar que las futuras sociedades del conocimiento sean sociedades disociadas? De igual forma cabría preguntarse ¿a qué conocimiento o conocimientos nos referimos? ¿Hay que aceptar la hegemonía del modelo técnico y científico en la definición del conocimiento legítimo y productivo?

Por otra parte, ¿qué debemos hacer ante los desequilibrios que existen en el acceso al conocimiento y ante los obstáculos que se oponen a ese acceso, tanto a nivel local como mundial? Estos son algunas de los interrogantes a los que trata de aportar algunas respuestas éticas y prácticas este primer Informe Mundial de la UNESCO denominado: Hacia las sociedades del conocimiento, cuyo planteamiento central señala que las sociedades emergentes no pueden contentarse con ser meros componentes de una sociedad mundial de la información y tendrán que ser sociedades en las que se comparta el conocimiento, a fin de que sigan siendo propicias al desarrollo del ser humano y de la vida.